PRO LOCO
ALTESSANO - VENARIA REALE APS

SNIA Viscosa

La SNIA Viscosa nació curiosamente de una empresa que tenía que ocuparse de transportes marítimos: la Società di Navigazione Italo Americana – SNIA (Empresa de navegación italiano estadounidense), fundada en Turín en 1917 por Riccardo Gualino, con la finalidad de vigilar por los transportes marítimos entre Italia y Estados Unidos. En 1920, cambió provisionalmente el nombre a Società di Navigazione Industria e Commercio (Sociedad de Navegación Industria y Comercio), para luego asumir la denominación definitiva de Società Navigazione Industriale Applicazione Viscosa – SNIA Viscosa (sociedad navegación industrial aplicación viscosa) y se convirtió, gracias a la actividad del presidente Franco Marinotti, en una de las empresas productoras de rayón más importantes del País. En 1920, absorbió el establecimiento para la producción de la viscosa, perteneciente a la francesa Société Italienne de la Viscose situada en Venaria Reale, que constituyó el primer núcleo del conjunto productivo ciudadano localizado más allá del Ceronda, hacia el norte. En 1925 la SNIA, en plena expansión industrial, adquirió la propiedad de la S.A. Manufactura de Altessano, cuyos orígenes se remontaban a la segunda mitad del ‘700 como Hilandero del marqués Gerolamo Falletti di Barolo, para instalar el segundo grande establecimiento de seda artificial situado al margen de Altessano, hacia Turín. Los dos polos empresariales de Venaria Reale y Altessano, entraron gradualmente a formar parte del entorno económico ciudadano ocupando partes significativas de la vida cotidiana de numerosas familias.

(Fuente: AA.VV., C’era una volta… la SNIA, Ed. Pro Loco, Venaria Reale, 2015)

 

Obreros de la SNIA

Con la afirmación de la SNIA Viscosa en Venaria Reale, se asistió, a partir de la mitad de los años veinte y durante todos los años treinta, a la primera grande oleada migratoria, la del Triveneto, en la que los ejecutivos de la empresa contrataban, se puede decir, en masa, familias de campesinos caídas en la miseria como consecuencia de la Primera Guerra Mundial (una segunda oleada procedente de las regiones meridionales se producirá, como es sabido, en los años cincuenta y sesenta, pero con carácter menos organizado y masivo). Venaria se les presentaba como una nueva América: la posibilidad de salir de esa pobreza endémica. La realidad fue más dura que las expectativas por la fatiga y las dificultades de un trabajo demasiado a menudo nocivo, debido al sulfuro (cuyo olor era parte integrante de la atmósfera de Venaria) y por lo menos en los primeros tiempos, como consecuencia de la escasa simpatía reservada a los inmigrantes por los residentes. Pero los veneti, como eran llamados un poco someramente, eran trabajadores tenaces y gracias sobretodo a la aldea Case Operaie oportunamente construido, supieron agarrarse entre ellos y con el tiempo abrirse al nuevo entorno, lo de los piemontesi. Sus familias numerosas, luego, dieron un notable impulso demográfico a la población local. Una época que a pesar de que parezca estar a años luz de nosotros, sigue siendo viva en nuestros recuerdos. Sin dudas los habitantes mayores llevan imprimido en la memoria el sonido roco de la sirena del establecimiento de Via Cavallo, la que desde temprano por la mañana hasta tarde por la noche marcaba los horarios de inicio y fin del turno de trabajo, y las “procesiones” de obreras y obreros que entraban y salían del establecimiento, así como ocurría saliendo del establecimiento de Altessano, charlando también en voz alta a lo largo del camino. Las diversiones no faltaban, aunque eran pocas. La parada en la taberna del “Valentino” para los hombres que se entregaban al vino, y para todos, el baile que se practicaba en varios locales y permitía a los foresti veneti familiarizar también con lo piemontesi más discretos y con los militares estacionado en los cuarteles de la ciudad. De aquí matrimonios mixtos, y incluso algunos hijos de padre desconocido. Todavía, a pesar del trabajo pesado, había tanta alegría (como ha sido testificado) para aliviar esa vida compartida en los patios de la aldea. No hay que olvidar, por otro lado, lo que la empresa hacía para sus empleados, además de las Case Operaie, con baños y lavabo adjuntos, también había las estancias de montaña para la salud de los obreros, las pensiones complementarias, la distribución de alimentos, el Cral para el tiempo libre después del trabajo, las colonias alpinas y marinas, las guarderías y los paquetes de regalo en Navidad, y otro más. La SNIA, entonces, formaba parte de la vida cotidiana de muchas familias de Venaria y Altessano que tenían por lo menos un pariente en su nómina. Ahora los dos establecimientos están cerrados desde hace años, pero precisamente por esto es particularmente precioso el recuerdo de la presencia de esta imponente empresa en el territorio ciudadano.

Luciano De Biasi, latinista, histórico y publicista venariese.

(Fuente: AA.VV., C’era una volta… la SNIA, Ed. Pro Loco, Venaria Reale, 2015)